martes, 23 de septiembre de 2008

Japón: Día 0

Esta vez sí que cogí el vuelo sin problemas (más allá de que me hicieron un interrogatorio alucinante para dejarme embarcar...).

Llegué a Tokyo según la hora prevista, y todo marchó estupendamente. Cajero Citibank facilmente localizable. Hice una parara en los baños... impresionante. Cuando me siento, veo que hay un panel al lado con unos botones. Me da por probar... ¡y noto un chorro de agua en mi culete! Las instrucciones estaban en japo, pero también en inglés. Pero claro... ante tal sorpresa estaba yo desconcertado. Probando botones, veo que se ajusta la presión, temperatura, aire caliente para secarte... ¡simplemente impresionante! Hasta había un botón de emergencia que me sentí tentado a pulsar cuando no sabía el funcionamiento de los botones. Finalmente tuve el dominio del baño, y salí del aseo impresionado. Aún no había salido del aeropuerto, y ya me habían dejado alucinado con este detalle.

Siguiendo las claras instrucciones de Sarah, cogí uno de los trenes JR hasta Nippori. Llegué un poco antes que ella, con lo cual me dediqué a observar la apariencia de la gente. Vistén todos a la moda, sea del tipo que sea. Tambien las niñas con rollo colegiala. Mucho hombre de negocios. Interesante, y completamente distinto a Pekín. Finalmente Sarah apareció. Después de tener algunos problemas con el vendedor de billetes para hacerme entender explicándole que quería el billete más barato posible, finalmente lo logré.

Fue estupendo el reencuentro, y ante tal ocasión... fuimos a la primera cervecería disponible. Pasamos un buen rato actualizándonos de nuestras respectivas vidas.

Después fuimos a Shinjuku, la que se supone estación con mayor tránsito de gente del mundo (tres millones y medio de pasajeros al día). En realidad, al ir acompañado de Sarah ni me fijé en su posiblemente desmesurado tamaño. Una vez allí, subimos a un rascacielos, tal vez el Tokyo Metropolitan Goverment Building, para disfrutar de vistas de la ciudad. Por desgracia, el cielo no estaba todo lo claro que debería para poder disfrutar de las vistas al máximo.

Después fuimos a cenar a una izakaya (lo que viene siendo una tasca japonesa). Me encantó el ambiente que había, y la comida también riquísima. Alli cenamos en compañia de un montón de amigos de Sarah en Japón, con sus novias japonesas, muy agradables ellas, y con un perfecto inglés, porque habían vivido fuera.

Fueron ellas las primeras mujeres que alabaron mis orejas. Sorprendido quedé yo, que siempre pense que mis orejas estilo dumbo gozaban de poco atractivo. Parece ser que el tamaño de la oreja indica tu nivel de riqueza, así que yo soy multimillonario.

Después de la cena, y tras unos chupitos de sake y otro brevaje, estuvieron a punto de liarme para una karaokada, pero al final la cosa no cuajó, porque yo estaba un poco cansado, y Sarah tenía que trabajar al día siguiente.

Observación:
Veo que en la página del metro de ticket vienen algunas ofertas que pudieron haber reducido mis gastos en transporte.... lo digo por si alguién se aventura a ir, que planifique el viaje antes, y no haga como yo el canelo.

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