martes, 23 de septiembre de 2008

Japón: Día 4 y Día 5

¿Desistir a escalar el monte Fuji? ¡Nunca! ¡Sabíais que lo del post anterior no podía ser así! Casi las palabras de Sarah diciéndome que no lo hiciese eran una incitación en mi mente. Así que gracias a su colaboración para organizarme el viaje con distintos intercambios de tren, allí llegue, a la quinta estación, a 2300 metros de altura.

Con poca preparación física, ninguna alimenticia más que un kitkat y unos pistachos, dos litros de agua, y en medio de un día de perros con lluvia y niebla, armándome de valor, me dirigí a la gloria (nada más ni nada menos que 3776 metros) a eso de las 2 de la tarde.

El principio fue duro. No se veía un burro a 4 pasos. Pero una vez pasada la 7ª estación, encontré un punto de belleza. Abajo había nubes, y encima más nubes, pero en el medio hacía un día despejado. Seguí escalando, hasta que llegada a la octava estación vi que me estaba ya a un paso de esa gran nube superior, y que eso no tenía nada de buena pinta. Por el camino, ni un sitio donde comer, comprar líquidos o guarecerse. Bueno, miento, en un sitio pude comprar unos M&Ms y un aquarius. Pero que vamos, ese sitio estuvo abierto, como mañana puede no estarlo.

Total, que ya llegando a ese punto, y siendo las 6 de la tarde, pude disfrutar de un aceptable atardecer, y tener la fortuna de llegar justo a tiempo de dormir en uno de los dos únicos albergues que encontré en el camino. Allí disfruté de un plato de comida junto a una pareja de japoneses, con los que intercambiamos amigables conversaciones por gestos, y un inglés muy básico. Dormí hasta las 2 de la mañana, cuando me levanté dispuesto a alcanzar la cumbre para el amanecer.

Fue un pequeño error de cálculo, pues a las 4 ya había llegado a la cima, y arriba llovía y hacía mucho frío. Con lo cual en 15 minutos decidí retornar para abajo y no esperar hasta el amanecer a las 5, una por el frío que hacía, y otra porque con esas condiciones meteorológicas no creí que fuese de gran belleza. Creo que acerté, porque más o menos pude disfrutarlo igual haciendo el descenso.

Ese paseo de retorno es por otro camino que es un poco más llevadero. Me emocioné y empecé a acelerar, con lo cual a las 9 de la mañana ya había descendido completamente hasta la 5ª estación.

El bus no salía hasta las 11:00, y se retrasó una media hora en llegar, lo cual hizo que fuese un poco desagradable estar esperando con la ropa toda sudada y destemplandome un poco. Una vez cogido el bus que lleva a la estación, comí en un hindú. Fue un menú interesante. De primero, lo que en teoría era un curry, pero para mi eran unos callos de toda la vida. Muy bueno. Y de segundo, una bolla como la que solía hacer mi tía Gena. Una pena que le habían echado mantequilla desvirtuando su sabor.

Y ya retorno a casa. Llegué y me puse a dormir. Hasta que llego Sarah. Como hacía un día de perros, decidimos cenar unas pizzas tranquilamente en casa. Pedimos al Pizza Hut, y las disfrutamos en buena compañía.

2 comentarios:

martuky dijo...

Pues que guay.... me das envidia... pero faltan ejemplos gráficos de tu proeza... :P

Peque dijo...

Si no hay ejemplos gráficos es porque a lo mejor es todo fruto de imaginación... sólo yo lo se ;)

Besos